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miércoles, julio 01, 2009

Bolivia: una caperucita roja postmoderna. Parte I

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Introducción

América Latina, Latinoamérica, Hispanoamérica; etiquetas con las que se espera categorizar, conceptualizar, ontologizar, un espacio geográfico, una identidad cultural, una historia en común, un conglomerado humano, un proyecto social de unidad en la diferencia. Etiquetas que se han impuesto a pueblos que han tenido poca posibilidad de decidir si aceptan o no ser etiquetados, ser categorizados, conceptualizados y contextualizados por este tipo de universo discurso. Estos términos tienen la pesada carga semántica, de ser las etiquetas que fueron aplicadas por los conquistadores a sus conquistados, por los explotadores a sus explotados, sean los primeros holandeses, franceses, portugueses, ingleses o españoles. Porque incluso la etiqueta de "americanos", ha sido arrancada y otorgada en exclusividad a los norteamericanos, o más específicamente a los "estadounidenses". Así que el rango de "hispano(a)" o "latino(a)", se utiliza para categorizar a una especie de "subamericanos", que no tienen el derecho desde su nacimiento y nunca lo tendrán, de identificarse como americanos, como pertenecientes al continente Americano; sino que en el imaginario intercultural, pertenecerán a un subcontinente y a una subcultura, que los convierte en esos subamericanos, que han sido despreciados y menospreciados por centurias, tanto por los colonizadores y como por los neocolonizadores.

La historia de esta región, conocida como: América Latina, ha sido la historia de la conquista, del coloniaje, del necoloniaje, de la explotación, de la exclusión, de la segregación racial, de la pobreza, de la miseria y de la pauperización.

Lo más grave es que sus explotadores se niegan, -aun en pleno siglo XXI-, a dejar librados los pueblos latinoamericanos a su libertad, y autonomía, utilizando para ello sofisticadas formas de neocoloniaje, como la dependencia tecnológica y financiera, como el control geopolítico y geomilitar, por medio instrumentos mediáticos globalizados y orientados al dominio ideológico, por medio de campañas de transferencia ideológico-política, por medio de los privilegios otorgados a los grupos plutocráticos locales, todo ello, en el contexto del capitalismo oligopólico, en tanto las grandes potencias neocoloniales, para mantener su incesante crecimiento económico sin fin,
requieren a cualquier precio, mantener sus poderosas garras en los recursos humanos y naturales de estas tierras.

Los pueblos de América Latina, a inicios del siglo XXI, se encuentran en una tensa lucha por librarse de las cadenas ancestrales, a las que han sido sometidos por parte de las grandes potencias industriales, las cuales han sido, siguen siendo y se niegan a dejar de serlo, agentes de explotación colonial y neocolonial. Este cuadro de la historia presente de los pueblos de América Latina, ha sido descrita pictóricamente, por Fidel Castro Ruz, en su artículo: "Dos lobos hambrientos y una caperucita roja", de
la siguiente manera:


"En la actualidad, Estados Unidos y Europa compiten entre sí y contra sí por el petróleo, las materias primas esenciales y los mercados, a lo que se suma ahora el pretexto de la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado que ellos mismos han creado con las voraces e insaciables sociedades de consumo.

Lobos hambrientos y amablemente disfrazados, a la caza de sus Caperucitas Rojas


Bolivia es el caso más paradigmático y significativo, de lo que ha sido esta ancestral tensión entre los agentes de explotación, que buscan satisfacer el afán de lucro sin límites sociales, culturales y ambientales y los pueblos que son explotados, empobrecidos y pauperizados despiadadamente, hasta llevarlos a niveles de miseria inhumanos; y de la que ninguna declaración de derechos, civiles o humanos, los ha podido defender.
Es conveniente realizar un esfuerzo comprensivo - explicativo, sobre el contexto mercantilista y capitalista, en el cual surge Bolivia como pueblo y como nación, y que hoy, contra todos los pronósticos, deconstruye su pasado colonial, despertando así hacia una pluralidad y diversidad de nuevos significantes histórico-sociales, en los pueblos originarios, que abren a su vez, las puertas de nuevas esperanzas, de reivindicaciones sociales postergadas, de una nueva dimensión de un medio social solidario, para toda la gente que constituye el pueblo boliviano, así como para las las clases obreras oprimidas de todo Latinoamérica y del mundo. La deconstrucción social de la opresión, de la exclusión, de la explotación, de la pauperización, permite develar y pautar las mútiples significancias de la solidaridad, que deja atrás su significación ontoteológica de asistencialismo y caridad, y que han sido impuestas históricamente por la visión de mundo de las clases opresoras, por medio de sus diversos aparatos ideológicos y coercitivos de dominación.

La esclavitud y la explotación,
fundamentos históricos del capitalismo industrial.

Los pueblos originarios de América, frente a la la rapaz colonización de las emergentes naciones europeas desde finales del siglo XVI e inicios del siglo XVII, no solo tuvieron que hacer frente al más devastador genocidio de la historia de la humanidad, sino que los que sobrevivieron fueron desplazados de sus tierras, además de ser esclavizados, explotados y reducidos a un estatus sub-humano por su conquistadores; quienes se hicieron dueños y señores de sus tierras, sus recursos naturales; y que incluso de otros seres humanos, que los convirtieron en una forma de mercancía de la que era posible apropiarse, y que tenía un particular "valor agregado", pues estas mercancías humanas, se convertían a su vez, en un medio de producción de otras mercancías, como en una fuente de servicios gratuitos de por vida, cuyos descendientes a su vez, se convertían en nuevas mercancías humanas, explotables, vendibles y canjeables, y todo ello en el contexto de las emergentes economías mercantilistas, que no tardarían en ser sometidos a la "ley de la mano invisible " del libre mercado capitalista y del "libre derecho" de lucrar de estas mercancías humanas, por parte de los capitalistas, empresarios o terratenientes.
K. H Marx, abordó la temática en el cap. XXXVII, de la sección octava, de su obra: "El Capital. Crítica de la Economía Política", de la siguiente manera:
"El descubrimiento de las minas de oro y plata de América, el entierro en ellas de sus habitantes, reducidos a la esclavitud o al exterminio, los magos de conquista y de saqueo en las Indias Orientales, la transformación de África en territorio para la caza de negros, fueron los procedimientos suaves de acumulación primitiva con que se manifestó en su aurora la era capitalista. Inmediatamente después estalla la guerra mercantil, que llega a tener el mundo entero por teatro. Empezando por la rebelión de Holanda contra España, adquiere proporciones gigantescas en la cruzada de Inglaterra contra la Revolución Francesa y prolonga hasta nuestros días en expediciones de piratas, como las famosas guerras del opio contra China. Algunos de los diferentes métodos de acumulación primitiva -régimen colonial, deudas públicas, hacienda moderna, sistema proteccionista, etc.-, descansan en el empleo de la fuerza. Pero todos, sin excepción, explotan el poder del Estado, la fuerza concentrada y organizada de la sociedad, a fin de precipitar violentamente el paso del orden económico feudal al capitalista, y abreviar los períodos de transición. En efecto, la fuerza es la partera de toda sociedad en vías de alumbramiento. La fuerza es un agente económico."